
El Buda enseñaba que todo lo que es impermanente, en sí mismo encierra la posibilidad de producir el sufrimiento. Esto ocurre así porque, al ignorar nosotros la verdadera naturaleza de las cosas, ponemos en ellas una excesiva esperanza o expectativa. Deseamos y nos apegamos a cosas, situaciones y personas que tarde o temprano tendrán que cambiar o desaparecer.
Sin embargo, en otros ámbitos de la vida, la impermanencia o la inconstancia es algo que experimentamos a diario y de lo cual nos damos cuenta perfectamente y sin mayores esfuerzos. En las escrituras budistas este transitorio carácter del mundo está representado mediante el uso de las diferentes figuras metafóricas: la impermanencia de las cosas como las nubes del otoño, el nacimiento y la muerte como una danza, la vida humana como las luces intermitentes nocturnas o como una cascada de aguas. El hecho de entender este proceso del constante cambio –personal e impersonal, interno y externo- puede ayudarnos a enfrentar los acontecimientos de la vida diaria: vemos cómo las amistades pueden deteriorarse, cómo los enemigos pueden convertirse en nuestros mejores confidentes, cómo las situaciones difíciles pueden redundar en beneficios y cómo, de igual manera, el cumplimiento de nuestros deseos y sueños puede resultar, a la larga, frustrante. En este sentido, la comprensión de la impermanencia y la meditación sobre ella puede producir en nosotros efectos inmediatos y convertirse en un eficaz antídoto para neutralizar nuestro excesivo apego a cosas y personas que deseamos. Finalmente, la doctrina sobre la impermanencia se constituye en la mejor vía para comprender el carácter esencialmente inconstante también de nuestro propio ser: observando la transitoriedad de las cosas del mundo, una vez que lleguemos a percibirnos como parte de él, resultará más fácil comprender nuestra propia transitoriedad personal. Esta enseñanza se conoce en el budismo como la doctrina sobre la no-existencia del yo (anatta ) .
Bajo este nombre se conoce la enseñanza del Buda, según la cual todo lo que conocemos, trátese de experiencias interiores o del mundo externo, se encuentra en un estado de permanente cambio
La insatisfacción es la consecuencia directa e inmediata del carácter transitorio de las cosas: dado que todas ellas son cambiantes, ninguna es capaz de ofrecernos una satisfacción duradera. En otras palabras, dukkha es la consecuencia de anicca .
La palabra dukkha en pali, significa “pena” o “sentimiento de pena” y se refiere tanto al ámbito físico como mental o espiritual. También se traduce como “sufrimiento”, refriéndose siempre al carácter insatisfactorio de las cosas, el cual produce dicho sufrimiento: todos sufrimos o nos sentimos insatisfechos porque experimentamos continuamente la inseguridad y la frustración provenientes del carácter inestable de las cosas del mundo.
Comprender que las cosas son impermanentes constituye la única vía de liberarnos del sufrimiento. Nuestra salud, nuestra vida, las posesiones, el poder o el prestigio social son transitorios e insatisfactorios, por eso el hecho de apegarse a ellos, como a algo que pudiera hacernos felices, sólo consigue aumentar nuestra pena y desconsuelo.
Finalmente, la tercera característica de los fenómenos es la no-existencia del yo o anatta, en pali. Según esta enseñanza, se considera imposible poder encontrar, dentro del cuerpo de un individuo o dentro de los fenómenos mentales que experimenta, algo que, en última instancia, constituya su esencia, su propia e incambiable substancia, su “yo” o el “alma”. Esta doctrina es considerada como una de las más importantes dentro del budismo, principalmente porque se constituye en un elemento claramente distintivo de los otros sistemas y tradiciones. Por ejemplo, las enseñanzas sobre la impermanencia y la insatisfactoriedad de las cosas mundanas, de una u otra forma se encuentran también en el hinduismo y el cristianismo, entre otros, pero la negación del yo o del alma, es propio y casi exclusivo de la concepción budista. La importancia de esta enseñanza, dentro del cuerpo de la doctrina budista, se manifiesta también en que el escrito en el cual aparece, el Discurso sobre las características del no-yo (Anattalakhana Sutta), fue el segundo sermón de Buda, pronunciado luego de alcanzar la Iluminación a sus cinco amigos-ascetas, los cuales luego se convertirían en sus primeros discípulos.
La no-permanencia y el no-yo
“Monjes, vosotros bien podríais adquirir las posesiones si fueran permanentes, imperecederas, eternas y no sujetas a cambios. Posesiones que durarían toda la eternidad. Pero, monjes, ¿habéis visto vosotros semejantes posesiones?” “Ciertamente, no, venerable señor”. “Muy bien, monjes. Yo tampoco he visto posesiones permanentes, imperecederas, eternas y no sujetas a cambios. Posesiones que durarían toda la eternidad.
“Monjes, vosotros bien podríais apegarse a la doctrina del yo que no atrajera dolor, lamento, pena, sufrimiento y desesperación. Pero, monjes, ¿habéis visto semejante doctrina del yo?” “Ciertamente, no, venerable señor”. “Muy bien, monjes. Yo tampoco he visto una doctrina del yo que no atrajera dolor, lamento, pena, sufrimiento y desesperación para alguien que se apega a ella.
“Monjes, vosotros bien podríais depender de algún punto de vista que no atrajera dolor, lamento, pena, sufrimiento y desesperación. Pero, monjes, ¿habéis visto semejante punto de vista?” “Ciertamente, no, venerable señor”. “Muy bien, monjes. Yo tampoco he visto un punto de vista que no atrajera dolor, lamento, pena, sufrimiento y desesperación para alguien que depende de él.
“Monjes, si existiera un yo, ¿podría existir también el siguiente pensamiento: ‘esto pertenece a mi yo’?” “Sí, venerable señor”. “O, monjes, si existiera algo perteneciente al yo, ¿podría existir también el pensamiento: ‘mi yo’?” “Sí, venerable señor”. “Pero, monjes, cuando el yo o lo perteneciente al yo no es más aprehendido como verdadero ni es establecido, aquel pensamiento que afirma -‘Así como el mundo, es el ser, de manera que después de la muerte seré permanente, imperecedero, eterno y no sujeto a cambios. Voy a permanecer por toda la eternidad’- ¿no representa una enseñanza completamente tonta?” “¿Qué más podría representar, venerable señor, sino una enseñanza completamente tonta?”
“¿Qué pensáis, monjes, es la forma material permanente o no permanente?” “No permanente, venerable señor”. “Y aquello que no es permanente, ¿es doloroso o placentero?” “Es doloroso, venerable señor”. “¿Es posible, entonces, que aquello que no es permanente, que es doloroso y sujeto a cambios, sea considerado de la siguiente manera: ‘Esto es mío, esto soy yo, este es mi yo’?” “Ciertamente no, venerable señor”.
“De la misma manera, ¿es la sensación permanente o no permanente?” “No permanente, venerable señor”... “¿Es la percepción permanente o no permanente?” “No permanente, venerable señor”... “¿Son las formaciones permanentes o no permanentes?” “No permanentes, venerable señor”... “¿Y qué pensáis, monjes, es la conciencia permanente o no permanente?” “No permanente, venerable señor”. “Y aquello que no es permanente, ¿es doloroso o placentero?” “Es doloroso, venerable señor”. “¿Es posible, entonces, que aquello que no es permanente, que es doloroso y sujeto a cambios, sea considerado de la siguiente manera: ‘Esto es mío, esto soy yo, este es mi yo’?” “Ciertamente no, venerable señor”.
“Por eso, monjes, cualquier tipo de forma, sea del pasado, del futuro o del presente, interno o externo, burdo o sutil, inferior o superior, lejano o cercano, todo tipo de forma debe ser visto como realmente es, a través del recto discernimiento así: ‘Esto no es mío, esto no soy yo, este no es mi yo’.
“Cualquier tipo de sensación...
“Cualquier tipo de percepción...
“Cualquier tipo de formaciones...
“Cualquier tipo de conciencia, sea del pasado, del futuro o del presente, interno o externo, burdo o sutil, inferior o superior, lejano o cercano, todo tipo de conciencia debe ser visto como realmente es, a través del recto discernimiento así: ‘Esto no es mío, esto no soy yo, este no es mi yo’. “Mirando de esta forma, el bien instruido noble discípulo llega a desencantarse con las formas materiales, desencantarse con las sensaciones, desencantarse con las percepciones, desencantarse con las formaciones y desencantarse con las conciencias. Desencantado de esta manera, llega a ser desapasionado. A través de este sosiego, es plenamente liberado. Con la plena liberación, llega e él este conocimiento: ‘Ésta es la plena liberación’. Entonces, él entiende esto: ‘El nacimiento está vencido. La vida santa ha sido realizada. La tarea ha sido cumplida. He aquí no hay nada más por delante en este mundo’.
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